4 de octubre de 2013

A tierra húmeda, a candela y vino

Miguel Álvarez

Otoño
Se apacigua lentamente la luz
y se cubren los caminos, las sendas y los parques
de ese manto, aún vivo, expirando sus últimos suspiros.
Suspiros que abren las puertas al frio.

Se apagan los colores y enmudecen los sonidos,
se carga el aire de olores; a tierra húmeda, a candela y vino.
Es una tarde tranquila. 
Es la estancia de la tierra.
Es un contraste de luces.
Es la vuelta a la rutina.

Aún quedan días de brillos
para que repunte el amor
aún queda, entre las hojas del escritor,
esperanza e ilusión.