12 de septiembre de 2011

Pasiones Encontradas, Verano del 95


El verano del 95.



Al terminar el colegio, venía lo mejor, las vacaciones, horas y horas de libertad absoluta en la calle, rodeado de chicos que al igual que mis compañeros de clase solo pensaban en sexo.


En mi barrio eramos, los chicos de ahora cada vez menos con esto de Internet, el ordenador, las video consolas... bastante cafres, jugábamos, como antes lo habían hecho nuestros padres y después lo haría nuestros hermanos a juegos tales como, el aviso mosca, la botella, el pilla pilla, el escondite... y las guerras, este juego era con diferencia el preferido, consistía en hacer pandillas, dos o tres grupos de chicos que construían una caseta con maderas, plásticos y todo lo que encontrábamos a nuestro alrededor en un descampado cercano a nuestras casas, una vez construidas, hacíamos nuestras reuniones, y jugábamos las guerras, intentando destruir, a pedradas, las casetas rivales, con los jugadores del grupo contrario, dentro de ellas, ¡Cuantas pedradas nos hemos llevado!


 Las casetas no solo servían para jugar a las guerras, en ellas nos refugiábamos del abrasador sol Almeriense del verano, cuando salíamos a jugar a las 4 de la tarde, también donde guardábamos con recelo las revistas porno que no habíamos podido encontrar, era por así llamarlo, nuestro santuario.


La verdad es que como ya dije, tenemos muy mala memoria, para aquello que nos interesa, sin duda, si ahora les preguntasen: ¿Se han comparado la polla con otros chicos? ¿Se han hecho pajas con otros amigos, todos juntos? ¿Han jugado al famoso juego de la galleta? ¿O a ver quien se corre antes? Sin duda todos o casi de todos de ustedes dirían que no y sin duda también, casi todos estarían mintiéndose a ustedes mismos.

Me baso, para escribir estas lineas en mis propias experiencias, si yo he jugado a estos juegos, si muchos hemos comparado nuestros rabos, ansiosos de que el nuestro fuese el mayor, si hemos crecido y descubierto la sexualidad sin recelo y entre hombres, ¿Por qué negarlo? ¿Dónde está lo malo? La verdad, por más que lo pienso no lo se, pero si se que fueron momentos divertidos, diferentes, vividos a una edad concreta, donde cualquier escusa, por tonta que fuese, era buena para descubrir la sexualidad. No olvidaré nunca aquellas competiciones, aquellas muestras de hombría, aquellos momentos donde ingenuos relacionábamos el tamaño del rabo directamente con lo hombres que eramos.


Claro está, todo se sabe y aunque ciertamente no recuerdo el como fue, si se que todos mis amigos supieron, cada uno a su momento de mis gustos sexuales, de mi homosexualidad, ¿Me dieron de lado? ¿Sentí rechazo? La verdad es que no.


En esta sociedad nuestra, cada parecer, cada decisión nos acerca más a unos y nos aleja de otros, y las preferencias sexuales no iban a ser menos, del grupo de amigos, unos me dieron más de lado, aunque no completamente y otros siguieron tratándome como hasta el momento, los grandes y verdaderos amigos, siempre están, sea cual sea las decisiones que tomemos en la vida, lo curioso de la situación fue, que no fueron aquellos que se quedaron inmutables a la noticia de mi homosexualidad, sino los que limitaron su trato conmigo, los que, siempre a escondidas, buscaban de mi lo que más querían, el descubrir de las pasiones carnales.

¿Me estaba convirtiendo en una puta? ¿Se aprovechaban de mi? Estas preguntas me las formulaba una y otra vez y encontraban pues respuestas distintas según el momento y mi estado de ánimos, ahora, a tiempo corrido, y questionandomelas una vez más, creo que era yo el que se aprovechaba de ellos, yo tenía lo que quería cuando a mi me apetecía y ellos los que iban tras de mí, para conseguirlo, ¿Una puta? Ciertamente no, no lo creo.


Como todo pasa, en esta vida, también el tiempo paso, el verano terminó y dio paso al instituto, al madurar, a un sitio nuevo, a nuevos compañeros, a nuevos hombres, a nuevas experiencias.