10 de septiembre de 2011

El Alfil y la mula de carga


Como ya os advertí en post pasados, tres amigos decidimos matarnos, yo fui el primero en hacer mi relato, la segunda ha sido Maribel Cerezuela, del blog diariovoz, aquí tenéis el suyo.

El Alfil y la mula de carga

Los domingos y fiestas de guardar disfrutaba haciendo “arroz con leche” con mucha canela. Le pones demasiada, le decía Carmela, su vecina siempre oliendo lo que hacía desde el patio de la comunidad, reseca el arroz, insistía, y no tiene el mismo sabor. No le hacía caso.
Ese domingo, lo recuerda porque, para ser abril, hacía demasiado calor. Si abrías las ventanas el ladrido de los perros no le dejaba descansar. ¿Qué demonios les pasará hoy? Se metió en la cocina, sacó todos los preparativos, dispuso el orden de la receta, que, aunque se la sabía de memoria, no quería fallar y volvió a la terraza. Shhhhhhhhhhhhh, les gritó: ¡Callaros! Viannko, el pastor alemán, saltaba tanto asomando la cabeza por el terrado que parecía se quería tirar de un momento a otro a la calle. ¡Vaya día que llevan los pobres! Este vecino es un desastre. ¿Es que no los oye? Salió al rellano del pasillo, tocó a la puerta una y otra vez. Nada. No se oía nada. Volvió a tocar el timbre con más insistencia. Nada.

Entró en la casa, cogió un recipiente con agua, otro con restos de la cena y subió las escaleras. Les subiré esto para que se calmen. El chico se habrá quedado dormido en casa de algún amigo. Con cuidado fue subiendo los peldaños de mármol que en otro tiempo fue muy blanco. Llegó hasta la puerta, abrió el cerrojo que impide el paso, salvo a los vecinos y entró gritando… ¡Calma! ¡Calma! Viannko, siéntate. Pon orden aquí. Les puso el agua, les dejó la comida, y se sentó en el tranco de entrada a la terraza.

Los perros se calmaron un poco. Comieron, bebieron. Iban y venían de la comida a sus pies. Querían jugar o eso pensó ella. Viannko, el más grande, puso las patas encima de la baranda de la terraza. Miraba nervioso a todos lados. ¡Siéntate! Ven. Viannko, ven. Eso es. Tranquilo. Si tú estás tranquilo Mizala también lo estará. Ven pequeño, ven. ¿Qué bochorno hace verdad? Demasiado calor. ¿Dónde andará tu amo? Estuvo sentada un rato más. Cara al sol, pensaba dónde estaría su vecino, cuando oyó gritos, lloros… Viannko se levantó ladrando y gimiendo.

Se asomó viendo a Carmela en la terraza de enfrente que había puesto la radio a toda pastilla. Seguía llorando. ¡Qué pena! ¡Ay! Madre de Dios. ¡Qué pena de hijo! ¿Cómo habrá sido? ¿Quién ha podido hacer semejante atrocidad? ¡Madre mía! ¡Qué pena! Carmela. Grité. ¿Qué te pasa mujer? Escucha. Escucha. Las noticias han dicho que “Ha sido encontrado un chico, con las piernas atadas de un árbol, cabeza abajo, y en el pecho clavada una pieza de ajedrez”. Mizala, como si supiera de quién estaba hablando la radio empezó a gimotear. Viannko, más nervioso, no paraba de saltar y ladrar.

Sin saberlo, los perros estaban dando una nota a la retransmisión radiofónica. Un poco después, Antonio Felipe Rubio, en las noticias, aclaraba que el chico joven encontrado se llamaba Miguel Álvarez, jugador profesional de ajedrez, excelente escritor de novela negra, amante del teatro y los clásicos. Anunció, para el día siguiente, una entrevistaría con el tesorero de la Federación de Ajedrez,  Ángel Simón, un colega y amigo de Miguel Álvarez, que expondría el proyecto que había decidido la Federación de Ajedrez, sobre la marcha e improvisadamente, para hacerle una mención honorífica anual, con inversión de unos cuantos millones para la apertura de la casa de John Lennon, que amén de la música, le dejarían una habitación, en régimen de alquiler gratuito,  para torneos de ajedrez, tanto a nivel provincial como internacional, desde esa primavera hasta que el Excmo. Ayuntamiento tuviera a bien mantener y patrocinar.

Dos días después, pasados los funerales correspondientes y hecha la autopsia, los titulares de los periódicos seguían haciéndose eco de la noticia con todo tipo de detalles, fotografías de un cuerpo esbelto, guapo aún después de muerto, desnudo, sin más ropa que ese Alfil clavado en su pecho. Todo eran especulaciones. 

Nadie sabía qué podría haber desencadenado tal suceso. Al día siguiente, tal y como se había anunciado, a la entrada de la radio, allí se encontraba Ángel Simón, demasiado pálido a pesar de su piel siempre pálida, con ojos como abstraídos en una nota que no acaba de sonar. Le pregunté qué le pasaba. Pero no parecía oírme. Entró en la radio. Mientras los amigos estábamos fuera oyendo la entrevista donde un mordaz presentador, como sopesando lo que Ángel le contaba, desvió el tema del trofeo honorífico por la muerte de Miguel para indagar mucho más sobre la vida y la amistad que habían compartido. 

En un momento de la entrevista, Ángel gritó: “Se lo advertí, no iba a consentirle que me hiciese la Variante Najdorf”, -“Seguramente, la forma más popular de jugar la Defensa Siciliana. Mantiene elástica la situación de sus piezas sin definir la situación de sus peones centrales, los cuales serán ubicados en función de las casillas que ocupen las figuras blancas”-.

 Entrevistador y controlador de sonido se miraron con cara de querer saber qué había balbuceado el entrevistado sin que cayera en la cuenta de la gravedad de la frase y se cerrara en banda. – Ángel, conocía el paraje dónde fue encontrado su amigo? – Claro, explicó, queda muy cerca del mirador de la Azucena, un poco más arriba está mi nueva casa, ¿Cómo no iba a conocerlo si él vino conmigo cuando me la compré? Precisamente él insistió porque se respiraba un ambiente tranquilo, propio de nuestro juego, amable la gente, nos deja estar en la parte oriental del mirador, sin tiempo, sin ruidos, jugando toda la tarde nuestras partidas diarias.


-Y tiene alguna explicación de cómo pudo llegar su amigo allí, sabiendo que ese día no habría nadie en casa porque según usted mismo afirmó, dejó bien claro que estaría de viaje toda la semana?- No. No le puedo decir qué hacía allí.

Fuera, todos los amigos del club de ajedrez AJAJA, se estaban dando codazos y preguntándose si iban a dejar que el amigo Ángel se saliera con la suya sin castigo por lo que estaban creyendo descubrir y que pensaba que era un asesinato cruel de un maestro de Ajedrez. Ella estaba callada. Miraba el suelo. Un suelo que por puro azar era de losas blancas y negras. Sintió mucha rabia, luego impotencia, y después, como por inercia, tomó una decisión. A esto que salió Ángel por la puerta principal de la Radio, saludó a los amigos, y levantó los brazos con marcado sentimiento. Se acercó por detrás, y en el costado, le dio un pequeño toque de aviso. – Sabemos que has sido tú- Lo demostraré-. Toda la Federación en pleno miraba y le increpaban con preguntas sin sentido o le gritaban que sabían que él había sido el que llevó a nuestro amigo a aquél paraje, vivo o muerto…

La cosa quedó ahí. Ángel se marchó para su casa y todos los demás contertulios se fueron dispersando. No había pasado una hora que terminó la entrevista y un grupo de los más amigos estaba reunido en el“Relampaguito” tramando algo que no se entendía muy bien qué era. 


Dos días después, tocaron a su puerta. Abrió y un atractivo policía que le dijo: “Queda usted detenida por la muerte del tesorero de la Federación de Ajedrez, Sr. D. Ángel Simón” –¿Cómo que detenida? ¡No he salido de mi casa en tres días!-¡Vamos! -Ya le contará todo eso que dice al juez. ¡Vamos!