28 de octubre de 2011

Pasiones encontradas, El primer amor


El primer amor.


Cuanto más escribo, de este, mi relato de vida, más se despiertan en mí, recuerdos ya dormidos, moribundos en mi ser, que hacen por mi piel correr, los ríos del saber.


Supongo que todos recordamos con cariño, ese primer amor, ese que dicen nunca se olvida, aquel con el que comparamos, inconscientes, el resto de nuestras relaciones.
Yo por desgracia no he podido olvidar ni el más mínimo detalle, ¿Por desgracia? Si, pues si no olvidas, no pasas pagina y difícil pues resulta avanzar.


Fue una noche de verano, junto al susurro del mar, yo tenía 17 años, había terminado el instituto y entré a trabajar ese verano en el puerto, en la OPE (Operación Paso del Estrecho) mi trabajo, junto con el de otros compañeros, consistía en decir a la gente que contrataba el pasaje a marruecos con nuestra empresa, donde tenía que aparcar el coche, con el fin de facilitar la entrada ordenada de estos en el barco.
Hacíamos turnos de 8 horas, mañana, tarde y noche, aquella semana yo estaba de noche, el turno más aburrido y en el que más tiempo “libre” teníamos. Por aquellos entones yo estaba, aún más que ahora si cabe, enganchado a esa droga llamada ajedrez y durante las noches, con mi tablero y un librito, me dedicaba a pasar partidas del gran Botvinnik o, si los evangelistas que repartían biblias estaban por allí, a jugar contra uno de ellos, un canadiense precioso, realmente bello, rubio, ojos verdes, no muy alto y con una estructura osea preciosa, me gustan mucho las facciones de la cara y las espaldas prominentes.


Una de las noches, tuvimos un altercado con un Marroquí que venía de de Holanda, y tras solucionarlo, llamamos, como era costumbre, a La Luna Roja, algo así como la Cruz Roja pero para gente no católica, para que se pasaran por el “parking” por si necesitaban algo, los señores del altercado y yo mientras tanto, me puse, tablero en mano, a jugar contra Marck, este chico canadiense.
Estaba yo ensimismado en una complicada posición, una que jamas he podido olvidar, la Variante Fachatello de la apertura Italiana, cuando, al levantar la vista al firmamento, vi, de pié, frente a mi a un chico alto, de ojos verdes, de blanca piel que miraba, como perdido en un mundo lejano, pensé yo la partida.

Hola, que tal, ¿Cómo estaba esta familia? -Miguel-
Anda bien, viste, nada serio, el groncho del tío se paso un poco con su mujer -Nico-
¿Argentino? -Miguel-
Si, del Mar del Palta, Buenos Aires -Nico-
Encantado, yo me llamo Miguel -Miguel-
Yo Macerlo, Marcelo Nicolas, pero llamame Nico por favor -Nico-
Encantando Nico, ahora he de irme, ya casi termina mi turno, ya nos veremos por aquí -Miguel-
Ok, nos vemos -Nico-


Esta fue la primera conversación que tuve con él, a penas habían pasado 10 minutos, cuando alguien golpeaba el cristal del “chiringuito” donde estábamos los compañeros, ¡Era nico! ¿Que querría?

Dime -Miguel-
Nada, quería saber si a vos no le importaría darme su celular -Nico-
¿Mi qué? -Miguel-
Vuestro número de celular, de móvil -Nico-
Vale, si toma -Miguel-
Nada, es por si un día quieres tomar un café o algo -Nico-
Perfecto, me avisas y su puedo nos tomamos un café ahora me voy que es tarde -Miguel-


Nada, tan solo dos días pasaron, cuando un Domingo en la mañana, mi teléfono sonó, era Nico, para quedar y tomar un café, al que sin saber por qué acepte, pues no sentía especial atracción por él, sinceramente mi pervertida mente, deseosa de sexo, solo tenia sueños para Marck.
El café se convirtió en dos, la hora prometida en 3 disfrutadas de amenas conversaciones, cuando, al mirar el reloj, ¡Ya era hora de entrar a trabajar! Me tenía que marchar súper rápido, corriendo para no llegar más tarde, por lo que la despedida no se presentaba como algo espectacular, pero entonces, él decidió acompañarme, corriendo, por todo el centro, hasta llegar al puerto, y allí, justo antes de entrar a las oficinas, me paro y al girarme para despedirme y decirle hasta pronto, me plantó un beso en la boca, un adiós y salió corriendo.
¿Como había pasado eso? Yo no le dije que era gay, el no me dijo que era gay, ¿Cómo sabíamos los dos que ambos lo eramos? ¿Qué nos esperaba ahora? ¿Esa sensación de querer estar con él y no necesariamente de follar, era eso amor? ¿Eramos novios? ¿Un rollo no era, qué era eso?....


Pasé el peor turno de mi vida, fueron las 8 horas más eternas que jamás he vivido, deseando a cada segundo que al girar mi cuello lo viese y me aclarase todo... pero no, no paso, mi turno terminaba y él no estaba allí.