Bienvenida
adolescencia

A esta edad, donde todo lo
diferente llama la atención, donde los prejuicios y el qué dirán
son la piedra angular de nuestra forma de ser, el adaptarse a un
centro nuevo, a nuevos profesores, nuevos métodos de estudio, nuevas
formas de vida, terminó eso de comer en el cole, eso de luego ir a
actividades, eso del respaldo de tus padres, ahora solo había tiempo
para estudiar, salir a las 15:00h e ir corriendo a casa, algunos
incluso a hacerse su propia comida. Los antes niños, ahora
adolescentes ya casi eramos hombres.
Recuerdo vagamente como fueron
mis primeros días de instituto, casi he olvidado por completo el
primer año, señal de que no marcó en mucho mi vida, recuerdo
solitarias escenas, quizás las más importantes, para mi, de ese
comenzar.
Recuerdo la sensación de
perdido, que abordó mi ser desde el primer día, cuando todos los
alumnos nuevos fuimos citados en un gran pabellón, para después
irnos, junto con nuestro tutor, a clase.
Recuerdo, como teníamos que
rellenar, para cada profesor, una ficha de autor, con nuestro nombre,
el de nuestros padres, teléfono de contacto y hasta centro del que
veníamos, y fue entonces cuando, por primera vez, noté la
sensación de discriminación en el Instituto. Los alumnos de algunos
centros, eran, en algunas asignaturas tratados de forma distinta,
dado su nivel, algo inferior o superior al de la media, ahora tenía
que escoger si quería y debía ser de esa media, o resaltar, fuera o
fuese por uno u otro motivo.
Recuerdo vagamente al completo de
mis compañero, pero indudablemente no puedo sacar de mi mente, no
hay ni un ápice de duda, en como eran, física y emocionalmente, los
más guapos y la lívido que despertaron en mi.
Con todos esto cambios maduramos
todo lo rápido que pudimos, y en algunos casos, más incluso de lo
deseable. Fue, como llevo diciendo todo el tiempo, el año de los
cambios. Empezaron los primeros cigarros, los cafés, los recreos sin
supervisión de adultos, y el “fumarse” las clases, la libertad
se había convertido en libertinaje.

Con tanto cambio, tanto nuevo por
hacer y experimentar, el ansia de sexo paso, momentáneamente, a un
segundo plano, quedando relegada a las tardes sin instituto y sin
tarea, esos maravillosos fines de semana, con los vecinos y amigos de
siempre, eso sí, compensada, con creces, durante la semana, por la
practica sexual, más antigua y usa del mundo, la masturbación.

El tiempo fue pasando, todo se
colocó más o menos en su lugar y los hechos acontecieron, como
debieron pasar, hicimos amigos, tomamos confianza, analizamos a los
profesores, vimos de que pie cojeaba cada uno y comenzamos, sin mayor
dilación a saltarnos, normalmente, las últimas horas de clase, o la
anterior o posterior al recreo, para aprovechar, esos 30 minutos
extras. Ya con todo normalizado, llego el momento, de ir a casa, de
ver porno juntos con los amigos, las primeras veces con más miedo y
corte que otra cosa, luego comenzaron esas pajillas, eso si, todos
separados, incluso con cojines de por medio, para simular no ver la
polla del vecino, hasta que el tiempo, nos otorgó, la confianza y
con ella murió el cojín, el miedo y las verguenzas, ahora
simplemente hacía falta un ¿Vamos? Para rápidamente entender qué
si íbamos o no a ver una peli porno y hacernos unas pajillas.
No guardo especial recuerdo, en
lo que a sexo se refiere, de ese año, solo recuerdo haberme quedado
con unas tremendas ganas de conseguir, aunque solo hubiese sido
tocársela a un chico precioso, que estudió, solo ese año, en mi
curso y bueno... una extraña experiencia con otro compañero de
curso, bastante guapo, ahora cuando lo veo aún me lo parece más,
con el cual no se, si tuve sexo o fue quizás algo más.
El curso paso y también los
posteriores y fueron los años de Internet, de salir de ambiente, y
del primer amor.