El
verano del 95.
Al terminar el
colegio, venía lo mejor, las vacaciones, horas y horas de libertad
absoluta en la calle, rodeado de chicos que al igual que mis
compañeros de clase solo pensaban en sexo.
En mi barrio
eramos, los chicos de ahora cada vez menos con esto de Internet, el
ordenador, las video consolas... bastante cafres, jugábamos, como
antes lo habían hecho nuestros padres y después lo haría nuestros
hermanos a juegos tales como, el aviso mosca, la botella, el pilla
pilla, el escondite... y las guerras, este juego era con diferencia
el preferido, consistía en hacer pandillas, dos o tres grupos de
chicos que construían una caseta con maderas, plásticos y todo lo
que encontrábamos a nuestro alrededor en un descampado cercano a
nuestras casas, una vez construidas, hacíamos nuestras reuniones, y
jugábamos las guerras, intentando destruir, a pedradas, las casetas
rivales, con los jugadores del grupo contrario, dentro de ellas,
¡Cuantas pedradas nos hemos llevado!

La verdad es que
como ya dije, tenemos muy mala memoria, para aquello que nos
interesa, sin duda, si ahora les preguntasen: ¿Se han comparado la
polla con otros chicos? ¿Se han hecho pajas con otros amigos, todos
juntos? ¿Han jugado al famoso juego de la galleta? ¿O a ver quien
se corre antes? Sin duda todos o casi de todos de ustedes dirían que
no y sin duda también, casi todos estarían mintiéndose a ustedes
mismos.
Me baso, para
escribir estas lineas en mis propias experiencias, si yo he jugado a
estos juegos, si muchos hemos comparado nuestros rabos, ansiosos de
que el nuestro fuese el mayor, si hemos crecido y descubierto la
sexualidad sin recelo y entre hombres, ¿Por qué negarlo? ¿Dónde
está lo malo? La verdad, por más que lo pienso no lo se, pero si se
que fueron momentos divertidos, diferentes, vividos a una edad
concreta, donde cualquier escusa, por tonta que fuese, era buena para
descubrir la sexualidad. No olvidaré nunca aquellas competiciones,
aquellas muestras de hombría, aquellos momentos donde ingenuos
relacionábamos el tamaño del rabo directamente con lo hombres que
eramos.
Claro está,
todo se sabe y aunque ciertamente no recuerdo el como fue, si se que
todos mis amigos supieron, cada uno a su momento de mis gustos
sexuales, de mi homosexualidad, ¿Me dieron de lado? ¿Sentí
rechazo? La verdad es que no.
En esta sociedad
nuestra, cada parecer, cada decisión nos acerca más a unos y nos
aleja de otros, y las preferencias sexuales no iban a ser menos, del
grupo de amigos, unos me dieron más de lado, aunque no completamente
y otros siguieron tratándome como hasta el momento, los grandes y
verdaderos amigos, siempre están, sea cual sea las decisiones que
tomemos en la vida, lo curioso de la situación fue, que no fueron
aquellos que se quedaron inmutables a la noticia de mi
homosexualidad, sino los que limitaron su trato conmigo, los que,
siempre a escondidas, buscaban de mi lo que más querían, el
descubrir de las pasiones carnales.
¿Me estaba
convirtiendo en una puta? ¿Se aprovechaban de mi? Estas preguntas me
las formulaba una y otra vez y encontraban pues respuestas distintas
según el momento y mi estado de ánimos, ahora, a tiempo corrido, y
questionandomelas una vez más, creo que era yo el que se aprovechaba
de ellos, yo tenía lo que quería cuando a mi me apetecía y ellos
los que iban tras de mí, para conseguirlo, ¿Una puta? Ciertamente
no, no lo creo.
Como todo pasa,
en esta vida, también el tiempo paso, el verano terminó y dio paso
al instituto, al madurar, a un sitio nuevo, a nuevos compañeros, a
nuevos hombres, a nuevas experiencias.